
Nunca me voy a olvidar la anécdota de una amiga sobre el regalo de cumpleaños de su hijo de 2 años. Resulta que el nene (varón él) quería una cocina de madera, de las típicas que hay en los jardines de infantes y en casi todos los salones de fiestas infantiles. El tema dio para más de un debate. Ella estaba dispuesta a complacer a su hijo, (aunque reconocía que el regalo era poco ortodoxo para un varón) , pero su marido no.
Es chiquito, decía ella. ¿Acaso no hay un montón de hombres que son chef?, buscaba apoyo entre amigos y conocidos. Pero, en el fondo, el tema le hacía un poco de ruido, por eso tanta consulta. Para abreviar el relato: la cocina de madera se convirtió como por arte de magia (más bien de los papás) en banco de herramientas de plástico, un obsequio similar en tamaño e importancia, pero absolutamente masculino.
Más tarde, me tocó vivir una situación más o menos parecida. A mi nene, de 3 años, le pidieron en el jardín un muñeco de goma que se pudiera mojar (iban a bañarlo). Compré un bebote al que lo único que lo hacía varón era un chiripá en color celeste. Por su puesto, lo primero en perderse.

Recuerdo que por algunos días lo acostaba y abrigaba antes de irse a dormir e hicimos algunos mandados por el barrio con Joaquín en brazos. Ni más ni menos que como alterna con sus autitos o su flamante gorro pirata habitualmento sólo que, debo decirlo, la mirada cambia con la elección de uno y otro juguete.
Mientras que los autos pasan prácticamente inadvertidos y el gorro con calavera causa mucha simpatía, el bebote en manos de mi hijo provocaba miradas reprobadoras y hasta comentarios en tono amigable, pero con el mismo trasfondo de desaprobación, del tipo: Qué hace este nene tan lindo con una muñeca…
Pasaron los días y Joaquín quedó en el olvido, seguramente reemplazado por la siguiente novedad. De mi experiencia me quedó una anotación interna: la mirada de los otros llegó a incomodarme más de lo que había imaginado. Tanto que reconozco haber intentado con sutileza persuadirlo para que eligiera otro juguete para sacar a la calle y recuerdo también sentir cierta ansiedad porque acabara la devoción por el muñeco.

“Los chicos juegan a representar escenas de la vida cotidiana y a reproducir los roles que ven a su alrededor. Hoy las familias son diferentes de hace un par de décadas atrás. Nos encontramos con papás que cocinan y cambian pañales colaborando con el buen funcionamiento de la casa y con mamás que salen a trabajar para contribuir con la economía del hogar. Hay que partir entonces de la premisa de que nuestros hijos reproducen los modelos que ven a su alrededor y no deberíamos alarmarnos por elecciones acordes con su realidad”, explica la psicopegagoga Kitty Godoy.

Por: Paula Cipriani .
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2do ARTICULO: Los Juguetes Tambien pueden Coeducar
Cuando pensamos en regalar juguetes a un niño o niña, solemos comprarles los que hemos visto en la campaña publicitaria de turno, con especial relevancia las que se hacen para televisión. En ocasiones (y sobre todo, ante fechas en las que existe una gran demanda de juguetes, como es el caso de la Navidad), estas campañas demuestran un altísimo grado de sexismo, presentando modelos no igualitarios y manteniendo identidades polarizadas. Además, muchos de ellos no reflejan el avance social ni la realidad tan diversa en la que actualmente vivimos.
Tradicionalmente los juguetes han sido clasificados “para niños” y “para niñas”; esto, que no es una condición ni natural ni espontánea, se ha convertido en una tradición aparentemente condicionada por el sexo que ha sido impuesta y aprendida durante muchas generaciones. Las niñas teníamos que adquirir los comportamientos, valores y actitudes para ser una “buena mujer”; así, nuestros juguetes tenían que potenciar nuestra obsesión por el cuerpo y la belleza (abalorios, maquillajes y peinados), para ser deseables y dependientes de ellos, como buena madre cuidadora de su bebé en un entorno suave y dulce.

El juego es una actividad fundamental en la infancia, además de convertirse en una excelente forma de educar. Facilita o dificulta el desarrollo de las emociones, los valores, los comportamientos y las actitudes. Se juega y se aprende a lo largo de toda la vida, pero en la niñez donde esta actividad ocupa una parte importantísima de tiempo y en la que todavía la educación familiar y escolar puede intervenir.
Como consecuencia de qué juguetes se elijan y cómo se juegue con ellos, podremos propiciar un desarrollo completo, o uno parcial e incompleto si se desarrollan valores y actitudes diferentes para niños y para niñas.

Desde el punto de vista relacional, con el juego se va aprendiendo a interactuar con iguales, a establecer mecanismos, a descubrir potencialidades. Se aprende a actuar ante las limitaciones y los conflictos, a respetar la disponibilidad de los y las demás, a resolver nuevas situaciones que se presentan, a superar frustraciones y contrariedades.

Así, jugando se aprende a convivir dentro de las costumbres sociales y del entorno, de las circunstancias económicas y políticas, que aún no siendo conscientes de ello, determinan su socialización.
Desde mi opinión personal creo que se está fomentando mucho la lucha contra el juguete violento (que me parece genial por otro lado), pero creo que también se tendría que hacer más hincapié por parte de las Administraciones en la importancia de que las niñas y niños se diviertan con juguetes no sexistas. Desgraciadamente a esto aún no se le da mucha importancia, basta con echar un vistazo a las cifras de los juguetes más vendidos.
Si desde la escuela y la familia se posibilita que niñas y niños jueguen a distintos juegos con distintos tipos de juguetes independientemente de su sexo, estaremos construyendo una sociedad más igualitaria, equitativa, solidaria, activa, cuidadora y libre de violencia.
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